Cristo, presente en medio de nosotros en el signo del pan y del vino, exige que la fuerza del amor supere cada laceración y se convierta en comunión con el pobre, en atención fraterna a quienes les cuesta sostener el peso de la vida cotidiana.
Nos disgregamos cuando no vivimos la fraternidad entre nosotros. La Eucaristía nos permite no disgregamos por qué es un signo viviente del amor que se ha humillado e inmolado para que nosotros permaneciéramos unidos.
¡Feliz Domingo! (BJV)
Liturgia del Domingo
Feria de la Semana