Hoy, Martes Santo, la liturgia pone el acento sobre el drama que está a punto de desencadenarse y que concluirá con la crucifixión del Viernes Santo. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche(Jn 13,30). Siempre es de noche cuando uno se aleja del que es Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. El pecador es el que vuelve la espalda al Señor para gravitar alrededor de las cosas creadas, sin referirlas a su Creador. San Agustín describe el pecado como un amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios. Una traición, en suma. Una prevaricación fruto de la arrogancia con la que queremos emanciparnos de Dios y no ser nada más que nosotros mismos; "la arrogancia por la que creemos no tener necesidad del amor eterno, sino que deseamos dominar nuestra vida por nosotros mismos" (papa emérito Benedicto XVI). Se puede entender que Jesús, aquella noche, se haya sentido turbado en su interior(Jn 13,21).(BJV)