Hoy sábado , Cristo se nos presenta con dos hombres que, ante un observador "casual", podrían aparecer casi como idénticos, ya que ellos se encuentran en el mismo lugar realizando la misma actividad: ambos "subieron al templo a orar" (Lc 18,10). Pero más allá de las apariencias, en lo más profundo de sus conciencias personales, los dos hombres difieren radicalmente: uno, el fariseo, tiene la conciencia tranquila, mientras que el otro, el publicano cobrador de impuestos se encuentra inquieto por los sentimientos de culpa. Hoy día tendemos a considerar los sentimientos de culpa el remordimiento como algo cercano a una aberración psicológica. Sin embargo, el sentimiento de culpa le permite al publicano salir reconfortado del Templo, puesto que "éste bajó a su casa justificado y aquél no" (Lc 18,14). (BJV)