Hoy, cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: "Quiten esto de aquí. No hagán de la Casa de mi Padre una casa de mercado" (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios. ¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. "Algún padre de familia" en buen Dominicano que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos pesos vendiendo pichones..., y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: "Cazen las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas" (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso a eso ? La explanada del templo era como un mercado en día de feria. (BJV)