Hoy sábado, recién saboreada la profunda experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico. Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: les entregarán a los tribunales y serán llevados ante gobernadores y reyes, para que den testimonio (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir†significa exactamente esto: testigo. Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: El Espíritu de nuestro Padre hablará en ustedes (Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstolesâ€, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.(BJV)