Hoy escuchamos la mejor de las alabanzas que Jesús podía hacer a su propia Madre: Dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la guardan (Lc 11,28). Con esta respuesta, Jesucristo no rechaza el apasionado elogio que aquella mujer sencilla dedicaba a su Madre, sino que lo acepta y va más allá, explicando que María Santísima es bienaventurada ¡sobre todo! por el hecho de haber sido buena y fiel en el cumplimiento de la Palabra de Dios. A veces me preguntan algunos si los cristianos católicos creemos en la predestinación, como creen otras religiones. ¡No!: los cristianos católicos creemos que Dios nos tiene reservado un destino de felicidad. Dios quiere que seamos felices, afortunados, bienaventurados. Fijémonos cómo esta palabra se va repitiendo en las enseñanzas de Jesús: Bienaventurados, bienaventurados, bienaventurados.... Bienaventurados los pobres, los compasivos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que creerán sin haber visto (Mt 5,3-12; Jn 20,29). Feliz sábado (BJV)