Hoy contemplamos asombrados cómo Jesús es ridículamente “acusado†de expulsar demonios por Beelzebul, Príncipe de los demonios (Lc 11,15). Es difícil imaginar un bien más grande echar, alejar de las almas al diablo, el instigador del mal y, al mismo tiempo, escuchar la acusación más grave hacerlo, precisamente, por el poder del propio diablo. Es realmente una acusación gratuita, que manifiesta mucha ceguera y envidia por parte de los acusadores del Señor. También hoy día, sin darnos cuenta, eliminamos de raíz el derecho que tienen los otros a discrepar, a ser diferentes y tener sus propias posiciones contrarias e, incluso, opuestas a las nuestras. Quien lo vive cerrado en un dogmatismo político, cultural o ideológico, fácilmente menosprecia al que discrepa, descalificando todo su proyecto y negándole competencia e, incluso, honestidad. Entonces, el adversario político o ideológico se convierte en enemigo personal. Feliz viernes (BJV)