Hoy viernes, el Señor nos dice que la lámpara del cuerpo es el ojo (Mt 6,22). Santo Tomás de Aquino entiende que con esto al hablar del ojo Jesús se refiere a la intención del hombre. Cuando la intención es recta, lúcida, encaminada a Dios, todas nuestras acciones son brillantes, resplandecientes; pero cuando la intención no es recta, ¡que grande es la oscuridad! ( Mt 6, 23).
Nuestra intención puede ser poco recta por malicia, por maldad, pero más frecuentemente lo es por falta de sensatez. Vivimos como si hubiésemos venido al mundo para amontonar riquezas y no tenemos en la cabeza ningún otro pensamiento. Ganar dinero, comprar, disponer, tener. Queremos despertar la admiración de los otros o tal vez la envidia. Nos engañamos, sufrimos, nos cargamos de preocupaciones y de disgustos y no encontramos la felicidad que deseamos. Jesús nos hace otra propuesta: "Amontonen más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla que corroa, ni ladrones que atraquen y roben" (Mt 6,20). El cielo es el granero de las buenas acciones, esto sí que es un tesoro para siempre.(BJV)