Hoy, Jesús grita; grita como quien dice palabras que deben ser escuchadas claramente por todos. Su grito sintetiza su misión salvadora, pues ha venido para salvar al mundo (Jn 12,47), pero no por sí mismo sino en nombre del Padre que me ha enviado y me ha mandado lo que tengo que decir y hablar (Jn 12,49).
Todavía no hace un mes que celebrábamos el Triduo Pascual: ¡cuán presente estuvo el Padre en la hora extrema, la hora de la Cruz! Como ha escrito san Juan Pablo II, Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: ‘Abbá, Padre’.(BJV)