Hoy, como aquel amo que iba cada mañana a la plaza a buscar trabajadores para su viña, el Señor busca discípulos, seguidores, amigos. Su llamada es universal. ¡Es una oferta fascinante! El Señor nos da confianza. Pero pone una condición para ser discípulos, condición que nos puede desanimar: hay que dejar casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio (Mc 10,29). ¿No hay contrapartida? ¿No habrá recompensa? ¿Esto aportará algún beneficio? Pedro, en nombre de los Apóstoles, recuerda al Maestro: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido (Mc 10,28), como queriendo decir: ¿qué sacaremos de todo eso? La promesa del Señor es generosa: «El ciento por uno: ahora en el presente  y en el mundo venidero, vida eterna

 (Mc 10,30).(BJV)