Hoy sábado, Jesús nos habla de un sembrador que salió a sembrar su simiente (Lc 8,5) y aquella simiente era precisamente la Palabra de Dios. Pero creciendo con ella los abrojos, la ahogaron
(Lc 8,7).Hay una gran variedad de abrojos. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez (Lc 8,14).
Señor, ¿acaso soy yo culpable de tener preocupaciones? Ya quisiera no tenerlas, ¡pero me vienen por todas partes! No entiendo por qué han de privarme de tu Palabra, si no son pecado, ni vicio, ni defecto.(BJV)