Hoy, también nosotros atareados como vamos a veces por muchas cosas hemos de escuchar cómo el Señor nos recuerda que hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que no hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones cotidianas.
Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: Sean fecundos y multipliquense y llenen la tierra y sometanla
(Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17,15). Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los otros.(BJV)