El Señor añade hoy unas palabras a los Evangelios anteriores que, aparentemente, son una redundancia: “El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra”.Este “comerciante en perlas finas” podríamos ser nosotros, es decir, los cristianos, los que celebramos la Eucaristia que ya sabemos qué es una perla, y estamos acostumbrados a tener perlas entre nuestras manos (en nuestro corazón): ¡cuántas veces habremos dicho o pensado después de leer algo de la vida del Señor que nos ha ayudado mucho!: “¡esto si que es una perla!”, “esto es una joya”. Incluso textos que hemos leído con frecuencia en nuestra casa, o estando en Misa … Perlas que, de pronto, hemos descubierto (como el mercader que había visto en su vida tantas perlas) “de gran valor”. (BJV)