El Evangelio de hoy nos abre los ojos respecto al hecho ineludible de que el discípulo sea a veces incomprendido, encuentre obstáculos o hasta sea perseguido por haberse declarado seguidor de Cristo. La vida de Jesús fue un servicio ininterrumpido en defensa de la verdad. Si a Él se le apodó como “Beelzebu”, no es extraño que en disputas, en confrontaciones culturales o en los careos que vemos en televisión, nos tachen de atrasados. La fidelidad a Cristo Maestro es el máximo reconocimiento del que podemos gloriarnos: "Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos" (Mt 10,32) (BJV).