Hoy, el Señor nos enseña cuál debe ser nuestra actitud ante la Cruz. El amor ardiente a la voluntad de su Padre, para consumar la salvación del género humano de cada hombre y mujer le mueve a ir deprisa hacia Jerusalén, donde será entregado le condenarán a muerte , le azotarán y le matarán

 ( Mc 10,33-34). Aunque a veces no entendamos o, incluso, tengamos miedo ante el dolor, el sufrimiento o las contradicciones de cada jornada, procuremos unirnos por amor a la voluntad salvífica de Dios con el ofrecimiento de la cruz de cada día. La práctica asidua de la oración y los sacramentos, especialmente el de la Confesión personal de los pecados y el de la Eucaristía, acrecentarán en nosotros el amor a Dios y a los demás por Dios de tal modo que seremos capaces de decir "Sí, podemos" (Mc 10,39), a pesar de nuestras miserias, miedos y pecados. (BJV)