Mons. Ramón Benito de La Rosa y Carpio

A lo largo de mis sesenta años como sacerdote y casi cuarenta como obispo, he procurado vivir en filial obediencia al Sucesor de Pedro, en la certeza de que, en su ministerio, se cumple la promesa de Cristo a su Iglesia: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). En este espíritu, y ante el recurrente interés de muchos fieles, y no pocas veces también de los medios, sobre quién debería ser el próximo Papa, me permito expresar con sencillez cuál es mi candidato.

Mi candidato es, y siempre será, aquel a quien el Espíritu Santo elija por medio del discernimiento orante y colegial de los señores cardenales. No tengo otro. No necesito otro. Porque confío en la acción invisible, pero real, del Espíritu, que sabe suscitar en el momento justo a aquel pastor que la Iglesia necesita. Mi adhesión no es a una figura o estilo, sino al ministerio petrino, sea quien sea el que lo reciba.

Así como he servido con amor y obediencia a los pontífices que he conocido, cada uno con sus dones, carismas y énfasis pastorales, me dispongo a acoger al nuevo Papa con la misma fe y disponibilidad. La unidad con Pedro no es una opción entre otras: es el signo visible de la comunión eclesial. Y a ella me abrazo, hoy como ayer, con la certeza de que quien ama a la Iglesia, ama también a aquel a quien el Espíritu le confía la misión de confirmarnos en la fe.

MAYO:

Lema: “Esperamos, cielos nuevos y tierra nueva” (2Pe 3,13).

Valor: "Esperanza verdadera"

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