Hoy, el Evangelio nos ofrece dos puntos principales para la reflexión personal. En primer lugar, nos dice que cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén (Lc 9,51). El verbo que usa san Lucas significa “completar”, “consumar”; Jesús lleva a plenitud el tiempo marcado por el Padre para completar su misión salvífica mediante la crucifixión, muerte y resurrección. Después va a ser glorificado, “llevado al cielo”. Ante esta perspectiva, Jesucristo tomó la decisión de subir a Jerusalén, es decir la firme decisión de amar al Padre realizando su voluntad redentora. Jesús muere en la cruz diciendo: Todo está cumplido(Jn 19,30). El Señor ha vivido para cumplir la voluntad del Padre, y ha mantenido esa actitud de fidelidad hasta la muerte.
Así debemos vivir también nosotros aunque experimentemos en el camino hacia Dios la oposición o el rechazo, el desprecio o la marginación por ser fieles al Señor. (BJV)