P. William Arias
Lo primero que Francisco pidió a la Iglesia cuando fue elegido Papa, fue que rezaran por él, pues la tarea de llevar la barca de Pedro no es nada fácil, sobre todo en estos tiempos, en que vivimos a decir de algunos, ´´no en un cambio de época, sino en una época de cambios´´, los cuales se suceden rápidamente, pues las comunicaciones, tan rápidas y ágiles, van marcando las pautas del quehacer del hombre, pues el ser humano no se resigna a la espera, y más aún de lo que está claro, sino que quiere resolverlo al instante, y así hay tareas en la Iglesia que están pendientes de hace mucho, y algunos quieren soluciones pronta y otros que ni siquiera eso se toque, lo que lleva a la necesidad de una palabra orientadora, y en ciertos casos ejecutora, por parte del vicario de Cristo, hoy Francisco.
Pero parece que el Papa no anda en busca de satisfacer ni a uno, ni a otro, sino que el servicio petrino y de toda la Iglesia, sea lo que tiene y debe de ser, una respuesta y acompañamiento al hombre y a la mujer de hoy en las diversas problemáticas existenciales que enfrenta, sobre todo en las situaciones límites, o como al Papa le gusta llamar, en las periferias del mundo y existenciales, en la que los hijos de Dios muchas veces se encuentran. El no quiere que la Iglesia pase muda y sorda ante el clamor de tanta gente que espera una respuesta y accionar de todos como comunidad de fe en el mundo, no quiere que la Iglesia pase de largo ante los excluidos de hoy, quiere que ella se inserte, salga, dé misericordia, solidaridad y acompañamiento a semejanza de Jesús, pues una Iglesia instalada en su poltrona se ´´fosiliza´´, se traiciona a sí misma y no le dice nada al hombre y a la mujer de hoy.
Francisco va haciendo este itinerario eclesial con un estilo propio y con una manera de hablar muy cercana, diríamos muy pastoral, no se queda en las formas, sino que va al fondo de la cuestión, y es posible que hayan personas dentro y fuera de la Iglesia que esta manera de ser y actuar no les gustas, pues esperan, o estaban acostumbrados, a unas actuaciones más principesca y formales por parte de quien se sienta en la catedra de Pedro; sin embargo, hay otros a quienes este estilo les ha impactado y han vuelto su mirada de nuevo a la Iglesia, y ven por medio de él, que ella tiene algo que decir todavía en el mundo, gente de diversos estamentos sociales, políticos, económicos y culturales. La palabra de Francisco es franca, llana, puntual, sin desperdicio y clara, todos le entienden, pero sobre todo, muy profética, pues dice lo que tiene que decir ante la situación en que se encuentra y frente a quienes sean, pero cargadas de mucha caridad, al estilo de Jesús, y ahí es que sea ha dado el gran impacto en los diversos grupos y personajes que le escuchan.
Pero como los profetas, como Jesús, hay gente que se siente molesta con Francisco, dentro y fuera de la Iglesia, pues no estamos acostumbrado a vivir en la verdad, sino en la mentira y en hipocresía, en el ´´ carrerismo eclesial´´, en buscar que nos sirvan y no a servir, a actitudes de príncipes y no de discípulos misioneros y servidores en nombre de Cristo, en instalarnos y no en movernos, en esquemas fijos y no en la transitoriedad de las cosas, pues transitorio es el ser humano y su vida, en imponer nuestros criterios y en no discernir los signos de los tiempos que son las llamadas del Espíritu. Francisco no rompe los esquemas del papado, sino que dice y hace lo que debe ser y lo que se espera de un siervo de los siervos de Dios, que huela y que le duelan sus ovejas; y sus detractores, como hijos de las tinieblas y astutos, harán lo que sea y dispondrán de los medios que se requieran, para desacreditarle, contradecirle y apartarle, de la primavera tan esperanzadora que ha comenzado en la Iglesia, por lo tanto y por él: recemos.
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